domingo, 22 de agosto de 2010

Morfina


A todo renuncié por ser tu amigo
cuando eras flor de luz y de sorpresa;
mi confesión, tal vez no te interesa,
yo, de todas maneras te la digo.

Tu sinfonía de nardos y castigo,
mi piel rasgada en el dolor, no besa,
y como blanca nube hoy atraviesa
mi sueño y las espigas de mi trigo.

Hoy la sangre me fluye quedamente...
tal parece que edito mi agonía
en el rosado mármol de tu frente.

Espero, la aflicción de mi elegía,
con el acento de su voz doliente
no empañe los fulgores de tu día.

Humberto Garza

Aromas



Cuando regreso a casa no me lavo las manos
si es que he estado contigo un instante no más,
el aroma retengo que tú dejas en ellas
como una joya vaga o una flor ideal.

Por aquí huelo a rosas y por allá a jazmines,
alientos de tus ropas, auras de tu beldad,
aproximo una silla y me siento a la mesa
y sabe a ti y a trigo el bocado de pan.

Y todo el mundo ignora por qué huelo mis manos
o las miro a menudo con tanta suavidad,
o las alzo a la luna bajo las arboledas
como si fueran dignas de hundirse en tu cristal.

Y así hasta media noche cuando vuelvo rendido
pegado a las fachadas y me voy a acostar,
entonces tengo envidia del agua que las lava
y que, con tu perfume, da un suspiro y se va.

Baldomero Fernandez